Desde hace años, la cuestión de la responsabilidad social corporativa (R.S.C.) viene siendo abordada con éxito relativo. Con el paso del tiempo, parece indiscutible que esta materia va a dar mucho de sí. Desde el libro verde de la Comisión Europea donde se incide en la cuestión hasta la última reforma de la Ley de Sociedades de Capital en lo que respecta a parámetros jurídicos hasta ahora insospechados que obedecen a exigencias de la R.S.C., pasando por la prevención de riesgos laborales, el establecimiento de planes de igualdad, etc., nuestro Derecho ha ido abordando el asunto de forma fragmentaria, al margen de que la R.S.C. presenta un componente esencial que radica en la voluntad de los rectores de la corporación )empresa, organismo público, asociación, etc). Lo cierto es que, a este ritmo, la R.S.C. promete una mayor presencia en el ámbito del Derecho, sin que ello, como digo, tenga repercusión en su esencia, la voluntad corporativa, que desborda la legal, pudiendo, incluso, burlarla o excluirla.
La Ley 11/2018, de 28 de diciembre, por la que se modifica el Código de Comercio, el texto refundido de la Ley de Sociedades de Capital aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 de julio, y la Ley 22/2015, de 20 de julio, de Auditoría de Cuentas, en materia de información no financiera y diversidad es un claro exponente de lo que supone para el legislador nacional y comunitario la nueva concepción de la empresa o corporación más allá de su vertiente estrictamente financiera, pues se retroalimenta de la comunidad y su legitimación ante la misma, lo que ofrece valor añadido y credibilidad. De momento, el legislador se centra en las medianas y grandes empresas, si bien las PYMES tienen la gran oportunidad de adelantarse y superar las exigencias legales en pro de su legitimación, credibilidad y viabilidad a largo plazo.
La Ley sin voluntad de poco sirve. Es fundamental la concienciación ciudadana de lo que supone la R.S.C., un propósito que hay que transmitir de forma proactiva, que aumenta la esperanza en la creatividad con base en las sinergias del entorno. Ánimo, a quien lo comparta y está en posición de hacerlo.
No cabe duda de que la R.S.C. es la carta de presentación de una empresa creíble y consolidada en un entorno del que se retroalimenta de forma sostenible. Un pasaporte hacia la consolidación corporativa de la mano de la publicidad más efectiva, la reputación, la suya y, por añadidura, la de sus clientes, proveedores, accionistas, empleados… que le ofrece su propio entorno operativo.