S.G.A.E. es una sociedad de gestión de derechos de autor que opera en nuestro país y, como es sabido es la más conocida, pero ahora es cuando veo en los medios lo que ya se sabía. Estamos en presencia de un sistema de derechos de autor arbitrario y especulativo, que, junto con el despilfarro, incluso fraude, denunciados no hace mucho, ya debería estar intervenida, si es que no lo está, por el Ministerio de Cultura. Pero vayamos por partes.
Los autores denuncian repartos arbitrarios de los derechos cuya gestión encomiendan a esta entidad, a la que, además, claro, han de pagar por su gestión.
El consorcio internacional de autores ha expulsado a la S.G.A.E. por razones que todo el mundo puede imaginar.
Sin embargo, el verdadero alcance de la cuestión se vislumbra a la vista de la gestión recaudatoria de la entidad. La voracidad recaudatoria de la S.G.A.E. ya ha sido objeto de revisión por los tribunales y, créanme, lo seguirá siendo, en tanto que no se atisba la razón por la cual la entidad establece unas cuotas que distan mucho de ser una aplicación prudente de la normativa de protección de propiedad intelectual, toda vez que, salvo error u omisión, en la hora actual la entidad no tiene normas de recaudación en tanto que las mismas fueron anuladas por la autoridad judicial.
Con este panorama, no es de extrañar que la entidad se desmorone, hasta el punto en que muchos de sus asociados ya han pedido la baja del sistema de gestión de derechos y anuncian la creación de una entidad nueva. La maltrecha S.G.A.E. responde a ello con prepotencia inusitada, como puede verse en un reciente artículo del periódico EL MUNDO. El argumentario de la S.G.A.E. pasa por arremeter contra las “multinacionales”, grandes editoriales y discográficas que hacen imperar sus oscuros intereses, pero lo cierto es que esas editoras y discográficas siempre estuvieron allí. El Sr. Sabina, el Sr. Iglesias, el Sr. Perales y otros muchos, han retirado su confianza a la entidad para la gestión de sus derechos. En fin, no pinta bien para la entidad, que debería replantearse muchas cosas antes que la mera prepotencia y la negación de hechos.
La insaciable sed recaudatoria de la entidad está causando un grave daño en el tejido socioeconómico, muy peligroso para una economía no demasiado boyante, incidiendo en los pequeños establecimientos de una manera que recuerda el diezmo medieval, incluso, podría ser mucho peor, considerando que las circunstancias son otras. La recaudación de la entidad llega a niveles confiscatorios y es causa directa de la desaparición de no pocos pequeños locales de ocio y entretenimiento, es decir, microempresas que forman nuestra estructura económica. El sector del ocio y del entretenimiento, muy ligado al turismo, se resiente injustamente por los embates de quienes están al frente de la S.G.A.E.